Omolú, imprescindible tenerlo cerca en tiempos de virus
Hoy es un día muy importante pues está consagrado a Ogún y
al orixá más distinto a todos, Exú. Sin embargo, hoy quiere hablaros de Omolú,
que coincide con ellos en el lunes.
Omolú pertenece al antiquísimo clan africano de los Yeye, en
el antiguo reino de Dahomey. Es hijo de Naná –la más antigua entre las orixás
femeninas– y siempre va cubierto de una
máscara de rafia: no quiere que le vean el rostro, que lo tiene deforme a causa
de una enfermedad, posiblemente lepra o viruela.
Sin embargo o precisamente por
eso es a quien acudir en caso de fiebres, dolencias infecciosas y de la piel. Ni
qué decir tiene que en los tiempos que atravesamos, me refiero al coronavirus,
Omolú se convierte en un poderoso aliado.
Cuenta una leyenda yoruba que a causa de su enfermedad y
dado que Naná no pudo curarlo, lo dejó junto al mar para que pereciese o
creyendo que no tenía salvación. Os puede parecer cruel pero hablamos de
tiempos inmemoriales y antes las cosas eran muy distintas. En eso, apareció
Yemanjá y se apiadó de él.
El pequeño Omulú estaba en muy malas condiciones
físicas y ella se aplicó en salvarlo; dicen algunos que tejió para él la
capucha con que se cubre para que pudiese volver a la tierra. Por eso Omolú tiene
una comprensión innata de la naturaleza humana y la enfermedad. También se dice
que Yemanjá lo convenció de que perdonase a Naná y lo cierto es que tuvo mucho
éxito: Naná estaba muy arrepentida y ella y Omolú se volvieron inseparables.
Este orixá tiene cierto aire siniestro, porque es huraño y
solitario y porque está relacionado con los muertos: se dice entre los yorubas
que cuando alguien muere, Omolú se sienta sobre él para reclamar su derecho
sobre el cadáver. Así, se le conoce como “señor de la tierra” y tiene dominio
del subsuelo y los lugares secos y espinosos.
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