Erinlê, el cazador que se convirtió en río


 
 
 
 
Hoy quiero que conozcáis alguien de quien no os había hablado antes. Se trata de Erinlê.

Etimológicamente, el nombre de Erinlê alude a tierra de elefantes; que un animal tan imponente, inteligente y majestuoso te dé nombre, no me negaréis que no es un gran comienzo.

Según nuestra tradición, Erinlê fue un gran cazador –muy cercano a Oxossi– que se convirtió en río y así llegó a ser uno más entre los orixás. Por eso los santuarios dedicados a él contienen piedras redondas y lisas, los típicos cantos rodados de río, y las más codiciadas son las que provienen del propio río Erinlê. 
 
Su culto es muy antiguo, pues se remonta al antiquísimo reino de Oyó –en el que Xangó fue rey– y su presencia se encuentra en muchísimos pueblos de la región africana que ocupó y ocupa aún la nación Yoruba.

Aun siendo un orixá de los considerados menores, es fascinante. Es el único que vive en varios lugares a la vez: en los bosques junto a Oxossi, Ogún, Ossain, pero también en las aguas dulces con Oxum y llega al mar para reunirse con Yemanjá
Por eso participa de las características principales de cada uno: entiende de hierbas medicinales como Ossain, sabe cazar como Oxossi, maneja bien el metal como Ogún y pesca gracias a Oxum y Yemanjá.

Aquí va una vieja leyenda sobre Erinlê:

Orunmilá (el orixá de la sabiduría y la adivinación, también llamado Orula) quiso dejar la tierra de Ifé y buscar nuevos horizontes. En esas nuevas tierras se encontró con Erinlê, de quien se hizo muy amigo. Pasado un tiempo, Orunmilá le prestó la notable cantidad de 12.000 buzios de la costa (ya sabéis, las caracolas que usamos en Candomblé para hablar con los orixás y que en las leyendas equivalen a dinero). 
Cuando llegó el momento de retornar a Ifé, nuestro protagonista se vio agobiado, pues tenía que resolver la deuda. Y no tenía ese dinero. Los adivinos le aconsejaron hacer una fuerte ofrenda para ver si la suerte le daba una pista de cómo reunir lo adeudado.

Sucede que Erinlé tenía un talismán que le permitía convertirse en agua. Fue al lugar donde acostumbraba a cazar para buscar piezas y hacer la ofrenda, escondió el talismán y se adentró en la espesura. Tardaba mucho en regresar y sus hijos se desesperaron. Consultaron con el poderoso Orunmilá, que les dio pistas para buscarlo. 
Llegaron al sitio donde Erinlê se perdió en la espesura y encontraron sus trastos de caza (lanza, arco, flechas) y una jarra con agua. Mientras ellos lloraban pidiendo que volviera a casa ofreciéndole el sacrificio de carneros y gallos, el agua de la jarra comenzó a manar abundantemente.

Volvieron a casa y el agua de la jarra era ya un río que los siguió todo el camino. Y a su paso, liberó a los gallos dispuestos para la ofrenda. Así, según la leyenda, Erinlê siguió su camino hasta el mar. Incluso la propia Oxum se le sumó en el camino, fluyendo juntos.

De la deuda, nada se sabe. ¡Imagino que quedó saldada!

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