Las Aguas de Oxalá






No podía terminar el viernes sin hablar del gran pai Oxalá, aunque sea a estas horas. Os ruego que me disculpéis.



Como sabéis, Oxalá (Obatalá en santería) es hijo directo de Olorum o Olodumaré, la primigenia fuerza creadora, y por eso es el más importante de entre todos los orixás del panteón Yoruba. Hoy voy a contaros una leyenda de su manifestación sabia, el anciano
Oxalufán.

 

Un día, Oxalufán extrañaba a su hijo Xangó y decidió visitarlo. Se trataba de un viaje largo, por lo que prefirió consultar con un augur para ver cómo se le daría el trayecto. La recomendación fue que no viajase, pero Oxalufán es a veces tozudo, con lo que el babalorixá le dijo que llevase más de una muda –Oxalá siempre viste de blanco–, una sustancia llamada limo de la costa (se extrae de la corteza del dendê) y que no se rebelase ni desvelase su identidad.

 

En el camino, Oxalufán se encontró con el travieso Exú, que estaba sentado y manejaba una pesada vasija. Era en realidad Exú Elepo, dueño del aceite de dendê, que le pidió que lo ayudase a colocarlo sobre los hombros y Oxalufán accedió. Naturalmente, era una travesura de Exú, que desparramó el aceite rojizo que contenía la vasija sobre su ropa. Oxaguiá no dijo nada sino que se lavó en el río y se puso ropa limpia para continuar.


Más adelante se encontró con Exú Onidu, dueño del carbón, y Exú Aladi, dueño del aceite de corteza de dendê; los dos volvieron a gastarle una broma parecida al viejo
Oxalufán y él la resolvió sin enfadarse.

 

Finalmente, al aproximarse al reino de Xangó, vio un caballo suelto, al que reconoció por ser de los favoritos de su hijo. Lo cogió para llevárselo. Sin embargo, aparecieron unos guardias que lo redujeron muy rudamente confundiéndolo con un ladrón. Recordando la advertencia del babalorixá, nuestro protagonista no se rebeló ni dijo quien era, sino que agachó la cabeza. Pero al fin y al cabo, era el gran Oxalá y decidió que no lloviese de ese día en adelante.

 

Xangó, preocupado por las cosechas de su reino, consultó con un babalorixá para ver qué podía hacer. Llevaba ya varios años sin llover y la gente pasaba hambre. El adivino le dijo que hacía tiempo un hombre fue apresado injustamente por un crimen que no había cometido.

Rápidamente, corrió a prisión y allí reconoció a su padre, encerrado y sucio en una mazmorra. Xangó, avergonzado, ordenó que trajeran agua limpia, lo lavasen y adorasen como quien era y que todo el reino vistiese de blanco en señal de respeto para reparar la gran ofensa cometida.

 

Ese es el origen de la gran festividad anual de Candomblé n su honor que se llama Aguas de Oxalá en la que los celebrantes se lavan humildemente para atraer la buena suerte.


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AXE

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